No le importan sus amaneceres,
si los vive solo o en compañía,
no quiere probar más sus labios que otras lamieron,
no quiere ser otra que le calme el apetito.
Le basta con su existencia equívoca,
y, por eso,
se irá de su vida por la puerta
donde pueda ver que se marchó,
curando la herida del error.
No hay comentarios:
Publicar un comentario